martes, 4 de diciembre de 2012

Canonesas de armas tomar, mujeres con rasmia


- Que Dios nos dice que mejor os quedéis encerraditas en casa, que de puertas adentro se reza mejor.
- Que no.
- Que sí.
- Que no.
- Que sí.
- Que lo dicen en Trento.
- Que lo diga Rita.
- Que os excomulgamos.
- Que de aquí no nos mueve nadie.

Así se las gastaban allá por el siglo XVI las canonesas del Santo Sepulcro de Zaragoza, mujeres de armas tomar que se negaron a asumir el mandato de convertirse en una orden de clausura, tal como prescribió el Concilio de Trento. Una locura. Toda una irreverencia, estando como estaba la Santa Inquisición a la vuelta de la esquina, deseando quemar herejes y gentes de mal obedecer. Unas valientes, las tales canonesas.

Cabezonicas, te explican, cuando visitas el convento de clausura de la capital aragonesa, donde estas mujeres siguen hoy con su particular batalla con el mundo: conseguir con la oración lo que los demás destrozamos con la acción o la omisión. Mujeres con rasmia.
Lo cierto es que estas canonesas consiguieron su objetivo a medias. La jerarquía eclesiástica del momento se dio cuenta de que iba a ser difícil hacer carrera con ellas, así que planteó una solución en plan tahúr: toleró que la generación de religiosas que se resistió a la clausura -bajo el argumento de que no había forma de promover la oración si les encerraban entre cuatro celosías- siguiera teniendo derecho a puertas y ventanas abiertas. Ahora bien, las novicias que ingresaron de allí en adelante tuvieron asterisco en el contrato: si entraban, era para no volver a ver el mundo, más allá de lo que dejara entrever a duras penas un cruel enrejado de tablillas de madera. Y así hasta el Concilio Vaticano II. Tres siglos encerradas a cal y canto.
Flor de pocos años, aquella pequeña revolución de las canonesas. Pero un bonito ejemplo de que las convicciones propias pueden -y deben- sostenerse más allá de órdenes contrarias a nuestra conciencia y de las amenazas de hoguera. Muestra además de que hay que trabajar para mantener el terreno conquistado y de que vale más predicar con los hechos que con la palabrería que tan de moda está hoy.

Curioso, por cierto, hablando de mujeres que se han atrevido a derribar las celosías impuestas, que los 'ingenieros' de Trento, encabezados por el Papa Pío V, presentaran el tema de la clausura como una vía para 'reforzar' las órdenes religiosas femeninas. Lo plantearon tal que así: carta blanca para ingresar en los conventos -todo un logro para la mujer de la época, al parecer-; pero, eso sí, siempre que las religiosas post-concilio asumieran un régimen de clausura obligatorio. Caro precio por una supuesta conquista. Llamativo y milenario afán por el burka.