jueves, 14 de marzo de 2013

La estrella que falta

'L'étoile manquante' ('La estrella que falta', si el traductor de Google y nuestros precarios conocimientos de francés no nos fallan) es el café donde Bárbara (Louise Bourgon) y Nicolás (Pío Marmaï) se enfrentan al abismo en el que se ha convertido su vida desde que trajeron a una preciosa niña a este mundo cruel. 
¿Seguir juntos, o no? ¿Hacerlo por encima de todo, al cualquier precio, por el bien del bebé, o porque de verdad apuestan por su relación? ¿Cómo afrontar el desafío titánico que supone hoy ser madre y padre, con el terrible sentimiento de culpabilidad y frustración que se arrastra por no poder desarrollarse al 100% en el ámbito profesional, y bajo la observación severa de una sociedad que dicta y sanciona sin piedad y que regula, por regular, hasta el modo en el que la mujer debe recuperar el vigor de su suelo pélvico?

O, lo que es lo mismo, ¿merece la pena cambiar aquella noches de gin tonics y rock and roll por el paisaje desolador de una casa llena de pañales y titos de bebé (algunos tan aterradores como los amenazantes sacaleches)?

De todo ello habla la película 'Un feliz acontecimiento' (2011), del cineasta francés Rémi Bezançon. Un buen espejo en el que mirarse, ya sea para entender un poco más a los padres propios o a uno mismo, si se ha visto ya en el trance de concebir una vida o está a punto de hacerlo.

"Me sentía invadida por la sensación de existir", declara Bárbara, en el punto culminante de sus zozobras como madre primeriza.

La cinta de Bezançon me resulta una aguda ventana a la maternidad. Políticamente incorrecta a ratos, risueña otros. Dura para quien nunca haya tenido la menor duda de si eso de procrear tiene de verdad sentido. Bastante realista para los que dudamos hasta de nuestra fecha de cumpleaños.

Entre las dosis de sarcasmo que reparte la película, destaca el sabio consejo que recibe la protagonista de su ginecóloga nada más asomarse al vértigo que le produce su 'feliz acontecimiento': "A partir de ahora sus peores enemigos son el queso, los huevos, la carne, la charcutería, los patés... pero también su madre, su suegra, toda la gente que ya tenga hijos. No haga caso a nadie y todo irá bien".

Entre los puntos más cautivadores de esta tragicomedia, su banda sonora. En concreto, la canción 'Lonely', de Yael Naim, que comienza a sonar a la vez que vemos el consolador abrazo entre las dos madres que se reencuentran en esta historia de historias.





lunes, 11 de marzo de 2013

Cuestión de matices


En blanco y negro o en color. Es posible descubrir matices y recrearse en ellos incluso entre el ruido de estos tiempos de brocha gorda. Algunos lo llaman relativismo moral y se echan las manos a la cabeza. Yo lo llamo amor por la verdad y la belleza en su sentido más profundo. Y me gusta.

La pasión por el matiz. Es lo que me inspira esta pintura de Louis-Léopold Boilly, 'Girl at a window' (1799), una de las piezas de la National Gallery que más me llamó la atención en mi visita a Londres del pasado otoño.

Impresionante la capacidad de Boilly para exprimir tanto utilizando tan solo el blanco y el negro en sus infinitas combinaciones. Allá, en el quicio del siglo XVIII, cuando los colores aún eran aceites y polvos y no combinaciones matemáticas resumidas en bytes.

Evocadora también la pose de la protagonista del cuadro. Una mujer expectante, curiosa, quizá un poco a la defensiva ante lo que ve más allá de su casa. Quizá a punto de saltar más allá, persiguiendo algo o a alguien. Una joven atareada. Con un trabajo de costura a medio hacer y un tentador catalejo que le invita a explorar, más allá del fuego del hogar.

Aprovecho y busco yo también con mi catalejo otras mujeres que miran por la ventana. Las imaginadas por Salvador Dalí, Veermer, Eduard Hooper... Bellas, serenas, pensativas, sabias, prometedoras, afanosas. Lejos de cualquier tentación de pasividad que les atribuirían algunos. Miro lo que miran, imagino lo que piensan, me lo invento, especulo, exagero. Y así me uno a todas ellas, buscando nuevas historias. Nuevos matices.