lunes, 11 de marzo de 2013

Cuestión de matices


En blanco y negro o en color. Es posible descubrir matices y recrearse en ellos incluso entre el ruido de estos tiempos de brocha gorda. Algunos lo llaman relativismo moral y se echan las manos a la cabeza. Yo lo llamo amor por la verdad y la belleza en su sentido más profundo. Y me gusta.

La pasión por el matiz. Es lo que me inspira esta pintura de Louis-Léopold Boilly, 'Girl at a window' (1799), una de las piezas de la National Gallery que más me llamó la atención en mi visita a Londres del pasado otoño.

Impresionante la capacidad de Boilly para exprimir tanto utilizando tan solo el blanco y el negro en sus infinitas combinaciones. Allá, en el quicio del siglo XVIII, cuando los colores aún eran aceites y polvos y no combinaciones matemáticas resumidas en bytes.

Evocadora también la pose de la protagonista del cuadro. Una mujer expectante, curiosa, quizá un poco a la defensiva ante lo que ve más allá de su casa. Quizá a punto de saltar más allá, persiguiendo algo o a alguien. Una joven atareada. Con un trabajo de costura a medio hacer y un tentador catalejo que le invita a explorar, más allá del fuego del hogar.

Aprovecho y busco yo también con mi catalejo otras mujeres que miran por la ventana. Las imaginadas por Salvador Dalí, Veermer, Eduard Hooper... Bellas, serenas, pensativas, sabias, prometedoras, afanosas. Lejos de cualquier tentación de pasividad que les atribuirían algunos. Miro lo que miran, imagino lo que piensan, me lo invento, especulo, exagero. Y así me uno a todas ellas, buscando nuevas historias. Nuevos matices.





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