jueves, 2 de mayo de 2013

Quedan 69 días

Clásica cuenta atrás para el glorioso San Fermín.

"- Es un buen sitio -dijo.
- Hay una buena cantidad de alcohol"- admití".
'The sun also rises', de Ernest Hemingway (1926)


Cuando apenas quedan 69 días para las fiestas de mi pueblo -bueno, o al menos eso quedaba el día que se sacó la fotografía que acompaña este post tardano-, me sumerjo en la relectura de la novela que ha provocado que miles de norteamericanos sonrosados y de pelo pajizo se unan a la bacanal que cada año se organiza en torno a un tal Fermín, santo, mártir y mulato sobrevenido. Un señor que finalizó sus días decapitado básicamente por tocar las narices al poder imperante.

Muy curioso esto de las segundas lecturas. Recordaba la novela como la historia de un tío que pescaba en Burguete y se ponía fino de tinto en la Plaza del Castillo de Pamplona. Poco más. Había que leerlo si habías nacido en la capital del Reyno. Y ya.

Diez años después (o quizá más), veo un poco más allá. Estoy rendida a la travesía de un tal Jake, un bon vivant marcado a fuego por la guerra al que lo mismo le da maltratarse con Pernod y whisky con soda en Montparnasse que abandonarse al noble arte de la uva fermentada en un remoto peñasco del norte ibérico.

Me quedo embobada con los latigazos literarios de Hemingway. Con su mágica forma de decirlo todo con tan pocas palabras, multiplicando hasta el infinito la estimulante lectura entre líneas. Resulta crudo identificar página tras página una visión del mundo que hacía predecible el trágico final del escritor de Illinois: ese Hemingway como bulímico de un intensa forma de vida que, tarde o temprano, sabía que tendría que dar por finalizada. Por voluntad propia o ajena. 

Y todo en una obra considerada menor o apenas iniciática (al menos, no es la primera en la que uno piensa cuando quiere zambullirse en la obra del autor). 

Leyendo, leyendo, he decidido intentar reconciliarme con estas fiestas que tanto subyugaron al tal Ernest y en las que yo últimamente solo veo sinrazón y delirio programado. Una especie de chupito de anarquía y amor universal que apenas alcanza para mojarse los labios, pero con el que algunos está visto que se dan por satisfechos para el resto del año. En fin, si un grande a la literatura como Hemingway lo dio por bueno, ¿quién soy yo para menospreciarlo, altiva y presuntuosa?

Así que este año, prometo valorar con más finura y hondura esta 'semana de la marmota' en la que se sumerge la city navarra cada 7 de julio. Veré en ese afán de repetición que tiene toda fiesta popular que se precie una promesa de eternidad. Trataré de identificar en la lucha toro-hombre un reflejo del esfuerzo épico del ser humano por seguir con los pies sobre este maltratado planeta, siete millones de años después.

Y volveremos a brindar como si no hubiera un mañana. Va (irá) por el maestro Hemingway. 

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