martes, 2 de octubre de 2012

No coffee, thanks











 

Minuto 28:27 de la entrevista de Iñaki Gabilondo a Jordi Évole en Canal +:

Évole: Yo creo que ahora nos encontramos con entrevistados que van más con el freno de mano, que ya no se lanzan a la piscina como antes, que ya van con unos ciertos reparos. Entonces ahí nosotros tenemos que saber capear esa situación. Hasta ahora, pues no se nos conocía tanto y tú podías incluso sorprender al invitado con un tono, con una pregunta. Ahora ya no. Ahora ya se nos conoce demasiado y, bueno, habrá que optar por otra vía. Yo creo que una de las vías por la que no debemos optar nunca es por la del compadreo. No debemos estar muy cerca de nuestros invitados, no debemos estar muy cerca del poder, porque eso te acaba ablandando. Yo, por ejemplo, yo a ti Iñaki no te podría hacer nunca entrevista dura, ni tengo necesidad de hacerla por ser quien eres...
 

Gabilondo: No, no no... Hay bastantes cosas escritas sobre la distancia en el tema del periodismo. Es muy importante.
 

Évole: Pues para mí eso es básico. Y ahora corremos un poco el riesgo de decir, hostia, ¿por qué no venís, que hacemos un acto, por qué no...? No, no, no... Nosotros a actos... Recuerdo por ejemplo la entrevista que le hicimos a Jaume Matas. Jaume Matas quería antes de la entrevista que quedásemos con él a tomar un café. Y yo le dije, mire señor Matas, yo cafés me tomo con mis amigos. Y, aparte, si yo voy a tomarme con usted un café, yo hago televisión, y yo con un café no puedo enseñar nada. Necesito una cámara y demás. Y él al principio se negó un poco a la estrategia de sin hablar antes, que hablásemos ya con las cámaras presentes. Y al final cedió. Pues eso. Aplicar esa máxima con todo el mundo. No tener ese compadreo que podría hacer alegrarnos de lo que somos.
 
 
**********************

¡VIVA! ¡ALELUYA! Estas palabras de Évole me reconcilian con mi manera de entender el periodismo, tras muchos años viendo cómo gran parte de mis superiores vinculaban el buen hacer de la profesión precisamente con la capacidad de conseguir tomar un café con el político de turno, bajo el argumento de que era la única forma de lograr una notica. ¿Cuántas veces hemos oído esa matraca?

Y ahí te veías, con 23, 25 o 28 años, sintiéndote culpable porque no te apetecía en absoluto tomarte un café con un tipo que te duplicaba la edad y que, o bien te trataba de manera condescendiente y despótica (con el teléfono de tus jefes siempre a mano, por si te portabas mal) o (en el mejor y más extravagante de los casos) te hacía la pelota y te adulaba torpemente para generar una relación de falsa cercanía, que te impidiera tratarle 'mal' en tus artículos.

Tú sólo querías preguntar y escribir, investigar, descubrir, sin someterte al puro juego de teatro e intereses creados que se establece cuando un periodista toma un café con un político (y quien dice un café, dice una opípara comida, una copa o un viaje pagado a cuenta del partido o de los presupuestos del medio de comunicación de turno, que por muy raquítico que tenga el apartado laboral siempre reserva una partida para estas cosas).
 
Durante los once años que he ejercido como periodista he huido de esos dichosos cafés como de la peste, pero me pregunto, todavía hoy: ¿Es necesaria esa falsa cercanía con las fuentes políticas? ¿Es ética?  ¿Dónde acaba la cordialidad y empieza el compadreo insano, la pura corrupción de baja o alta escala?

Desde luego, conozco ejemplos de grandes asuntos informativos sacados a la luz gracias a que el periodista ha trabado relaciones de este tipo con sus fuentes. Pero, ¿el fin justifica los medios?

Creo que, al menos en el ámbito del periodismo político, no demasiado, al menos tal como funciona ahora mismo la política. Hago extensiva la afirmación al área de la información cultural, repleta de connivencias que muchas veces apestan. Excluyo otros ámbitos, como las informaciones de carácter social, en las que es innegable que un conocimiento estrecho de las fuentes enriquece sobremanera la información y, normalmente, no implica manejos turbios.

Pero, centrémonos en la política. En este campo, el periodista que intenta hacerse 'amigo' del político sólo consigue lo que a alguien le interesa que consiga y, además, pone en marcha un rodaje perverso. Se presta a la carrera de traiciones y al reparto de favores en el que tiende a convertirse la política cuando cae en malas manos. Y todo con una finalidad que, desde mi punto de vista, en poco o nada beneficia al público final del producto informativo. En última instancia, el periodista acaba contribuyendo al gran engaño de los partidos. Lo retrata a la perfección la película 'Los idus de marzo', dirigida y protagonizada George Clooney.

Sería inocente por mi parte negar que el mundo de las intrigas cortesanas siempre ha existido y, supongo, seguirá existiendo. Con todo, considero que la función del periodista es pringarse lo menos posible en ese tipo de tejemanejes.

Pero, ay, ¿es posible? Muy a mi pesar, lo dudo mucho. Semana tras semana me dejan atónita los testimonios que logra Jordi Évole, presumiendo además de no realizar lo que en la jerga llamamos trabajo 'de cocina'. Cargos o ex cargos políticos que se prestan a hablar con él, aún sabiendo que difícilmente saldrán bien en la foto. ¿Puede ser cierto? Quiero creer que sí, pero lo dudo.

Creo a Évole cuando asegura rehuir de los cafés previos a la entrevista, pero supongo que alguien más arriba, en su productora o en su cadena, hace esa parte del trabajo. Como periodista de batalla le honra, sin embargo, luchar por la política anti-coffee. Le deseo suerte para poder seguir manteniéndola.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario