martes, 25 de septiembre de 2012

Big dreams

Es una mañana soleada, mediado septiembre. Acabo de salir entre maravillada y 'shockeada' de ese gran monumento al expolio que es el British Museum. La visita me ha dejado un sabor agridulce. Estoy casi en éxtasis tras haber accedido a un compendio asombroso de los tesoros generados por las grandes civilizaciones y pueblos de la historia. Egipto, Persia, Grecia, Roma, Oriente, algo de África (más arrinconado), del Islam, de las culturas americanas precolombinas... Ha sido un paseo increíble. Pero no puedo evitar pensar: ¿cuánto dolor hay detrás de todo lo que he visto? Sin duda, más de lo que me permite ver el estado de casi ciega admiración en el que entramos los occidentalitos de a pie cuando nos vamos de turné arqueológico-artística. 

Hay dolor tras las efigies que adornaron pirámides construidas sobre el sudor y las lágrimas de miles de esclavos. Hay dolor en las riquezas que atesoraron los notables de cada época mientras su pueblo moría de hambre y enfermedad. Hay dolor en las piezas creadas por el artista mozambiqueño Cristovao Canhavato (Kester) con los restos de los casi siete millones de armas que entraron en los momentos más duros de las guerras civiles africanas.

Por eso me impacta especialmente el grafiti que encuentro, casi por casualidad al salir del British Museum, en un callejón lleno de basura (uno de los pocos sitios sucios que he visto en mi visita a este Londres olímpico, que al parecer ha pasado por un intenso proceso de chapa y pintura para someterse a la prueba del algodón de las fuerzas vivas del mundo este verano). La pintada es escueta. Apenas unas letras, una niña, dos colores, en un lugar del que muchos pasarán de largo sin percatarse del mensaje que un artista anónimo (¿quizá Blansky?) ha querido dejar en este rincón. Qué grande y ambicioso en su sencillez. 

Me reconcilio en ese momento con lo pequeño, con lo modesto. Con esas bases y esencias que tantas veces olvidamos, arrastrados por esa tendencia a admirar lo faraónico y a idolatrar el canon de obras de arte e ideas plausibles que nos meten en el disco duro desde niños. Decido apostar por los grandes sueños a los que se refiere el grafiti. Mis sueños y no los prestados o heredados, aceptados sin ningún tipo de criba previa personal. Y en esas estamos.  

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