viernes, 16 de noviembre de 2012

Contadores de historias (anexo I Hablar por no callar)

Asegura Gabriel García Márquez que "el mundo se divide en dos grupos de personas: los que saben contar historias y los que no saben". Fíjense que el Premio Nobel de Literatura no habla de un mundo dividido entre quienes saben ortografía y quienes no. O entre quienes saben decir de carrerilla las obras de referencia de los grandes autores de la Literatura Universal, aunque no hayan leído ninguna, y quienes no.

Nada de eso. Lo que marca la diferencia es esa capacidad de construir historias y trasmitirlas: de hablar y escribir, en definitiva. Sin embargo, en las clases de Lengua y Literatura de nuestras aulas de Secundaria sigue cotizando mucho el conocimiento más formal y erudito, y esto de contar historias está más arrinconado. En algunos casos, hay que reconocerlo, porque los profesores no dan abasto -se aconseja un cupo de menos de 60 alumnos por docente para hacer actividades de escritura y oralidad 'dignas, y eso hoy en día es bastante irreal en nuestras aulas. Pero en otros casos, lo que es más grave, porque parece que esto de escribir no fuera materia educativa. Y sin embargo, hay un potencial de formación humana y lingüística importantísimo.

Solo piensen un momento en las personas que más agradable le hacen la vida. Apuesto a que son grandes contadores de historias: su abuela, ese amigo que cuenta las anécdotas como nadie, su escritora preferida, ese profesor que les cautivaba en los años de universidad... Y apuesto también a que son personas de éxito, en el sentido más profundo del término.

Dicho esto, me atrevo a asegurar: nada que nos amueble mejor la cabeza y que nos ayude a conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás que saber construir y trasmitir una buena historia.

Y cuando digo historia me da igual hablar de una anécdota, un relato de ficción, una resolución judicial o un trabajo de genética. Escribir o relatar cualquier tipo de texto nos exige múltiples habilidades: observar, escuchar, concretar, ordenar, reordenar, rectificar, exponernos al ojo ajeno...

Una maquinaria compleja y difícil de poner en marcha, pero muy enriquecedora. Y yo, como aspirante a profesora de Lengua y Literatura, he querido meter de lleno esta maquinaria en mis clases.

Quiero que mis alumnos aprendan lengua haciendo cosas lengua. No limitándose a diseccionarla desde el punto de vista teórico, sino manipulándola, para mejorar cuatro habilidades básicas para evolucionar como personas y ciudadanos: la de escuchar, la de hablar, la de leer y la de escribir.

Para mi trabajo de fin de máster, encontré una herramienta que considero idónea para poner en juego todas estas habilidades: la puesta en marcha de un blog cultural. Mi proyecto se dirige a alumnos de 1º de Bachillerato. Estudiantes de 16-17 años a las que planteo un proyecto de tres meses dividido en siete talleres que incluyen:

  • Un ciclo de debates, que nos ayudará a madurar opiniones colectivamente
  • Un ciclo de exposiciones orales
  • Talleres en los que aprenderemos a hacer artículos de opinión, entrevistas, campañas publicitarias...
  • Un pequeño taller de creación literaria, en el que compondremos haikus y relatos breves

Y cada actividad, como ven, va generando una sección de nuestro blog.
A nivel pedagógico, las claves del proyecto son cuatro:
  • El trabajo en equipo
  • El aprendizaje entre iguales: el profesor va a ceder protagonismo. Por ejemplo, en muchas ocasiones se corregirán unos a otros, sin necesidad de intervención docente. (20 alumnos por clase, cupo total no superior a 60) 
  • El trabajo inductivo que realizamos para llegar a la teoría. Porque vamos a llegar a la teoría, sí, pero desde el camino inverso a lo que es habitual: la práctica pura y dura.
  • Y, por último, el hecho de generar un producto comunicativo real, que van a poder leer los amigos y familiares de los alumnos, lo que esperamos que redoble su motivación

No hay comentarios:

Publicar un comentario